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Cooperativismo

Reinventando al cooperativismo para un mundo migrante

En la actualidad sorprende un tipo de migración, la inversa, donde el país destino está en guerra (Siria, Irak, Afganistán) y el país de origen es desarrollado: más de tres mil hijos e hijas nacidos en Europa o en Estados Unidos, de padres inmigrantes (y algunos no inmigrantes convertidos al Islam), se suman a la guerra en contra de sus países de origen que en antaño fueron el sueño de sus padres. A lo largo de la historia de la humanidad, millones de personas han emigrado de un país a otro, cruzando mares, desiertos y violencia, por causas que van desde la atracción económica del país de destino hasta el huir de guerras del país de origen. Somos una especie migrante.

¿Qué provoca esa migración inversa? “En el colegio me pusieron en otro grupo, la categoría de los tontos, me dijo mi madre”, “mi lengua materna no cuenta en la escuela”, “los Europeos hacen grupos de amistad desde la escuela, después ya no entramos a esos grupos”, “escuchan mi apellido y ya no me dan trabajo,” “en los países Escandinavos hay menos desigualdad y se puede mejorar, pero en Francia, Bélgica, Inglaterra, Holanda o Alemania no”, “soldados de occidente van a tierra islámica”, “respiramos el odio que nos tienen”, “quieren asimilarnos mientras nosotros nos cerramos”, “quienes reclutan prometen que seremos parte de algo grande y olvidar nuestros ‘pequeños problemas’ en casa.” A pesar que los países de Europa, por ejemplo comparado con América Latina, son países con menos desigualdad y aun con fuerte sistema redistributivo (p.ej., gratuidad en educación y salud), pareciera que las familias inmigrantes se sienten excluidas en Occidente y se encierren en sus propias culturas; que el sistema educativo –tan apreciado por ser de alta calidad mundial y financieramente accesible– los “detiene” (p.ej., en Bélgica solo el 2% de estudiantes de la educación superior son hijos de inmigrantes; en Europa hay escuelas ‘hive’ aislados de solo inmigrantes); y que el “trato” les pesa y se expresa en la política migratoria que responde a una mentalidad colonial, desde el cual se concibe a los migrantes como una carga pública. Aparentemente, todos estos elementos, y otros más que ignoro, hace que tanto los hijos e hijas de inmigrantes, y algunos jóvenes no inmigrantes, sientan que sus aspiraciones son truncadas, y lleguen a creer que la única ideología capaz de desafiar al sistema dominante es el Islamismo en su expresión Jihadista. ¿Cómo una sociedad más igualitaria y con tanta historia de migración tiene dificultades de ser más incluyente?

Algo de esta realidad fue observada por Polanyi, quien entendiendo a la Europa de antes de la Segunda Guerra Mundial captó que en un largo período Europa transitaba de ‘sociedades con mercados’ a ‘sociedades de mercado’, empujado por un liberalismo radicalizado que, además, les llevó al fascismo. La realidad actual es de neoliberalismo radicalizado, llamado por Stiglitz, “fundamentalismo de mercado”, el ‘mercado libre’ del 1% más rico que utiliza al estado y a las organizaciones para someter al 99% de la población y empujarla a conflictos permanentes: desde la década de 1980 crecen partidos enarbolando banderas anti-inmigrantes; “los disturbios del 2005” iniciados en Paris y extendidos a otras ciudades de Europa, mostró a los jóvenes de salarios bajos y desempleados que Sarkozy llamó “la escoria” (ver película La Haine de 1995 mostrando problemas que 10 años después se expresarían en “los disturbios del 2005”); la crisis financiera del 2008-2010 despojó parte de los ahorros a la población para subsidiar a las instituciones financieras que causaron esa crisis; ahora con inequidad tributaria y aumento de gastos militares, la música que Europa baila es ‘budget cutting.’ Este capitalismo se radicaliza económica, ideológica y militarmente (o más propiamente, lo que Martin Luther King, Jr., refirió, como los tres males –materialismo, racismo y militarismo), y se auto dispara: expulsa a una parte de su gente hacia una guerra en contra del propio sistema, hace guerra en otros países cuya población huye hacia países que incluye Europa, mientras endurece sus políticas anti-inmigración.

Parece necesario virar la mirada, no solo a la cultura musulmana, también a la institucionalidad occidental y su visión sobre los migrantes. Para evitar que el disparo sea mortal contra el capitalismo con bienestar social, hay que hacer una sociedad incluyente, reducir la desigualdad, democratizar más las oportunidades, reformar el sistema educativo considerando otras culturas de distinto origen y rutas, crear corredores transculturales, superar el mito de que la guerra produce la paz, y hacer que los mercados trabajen también para el 99% de la población, de tal manera que los inmigrantes también escalen socialmente, reciban y den “buen trato”, y expandan lo que Appadurai llama ‘capacidad de aspirar’, donde sea que estén.

Esta es una tarea del estado, del mercado y de la sociedad. Desde el rol de la sociedad proponemos profundizar las formas de asociativismo y, en particular, formar y reformar cooperativas, las cuales son formas de organización nacidas en la misma Europa, en reacción ante la exclusión social, económica y política de aquel entonces, y como expresión de un movimiento de grupos intelectuales y de trabajadores. Un billón de personas en el mundo son hoy en día cooperativistas, en su mayoría de occidente; más de la mitad de la producción de vino en Francia está en las caves coopératives, la mayor parte de los supermercados en Suecia son de las cooperativas, buena parte de las instituciones financieras Europeas son cooperativas. Aunque estos números son loables y su impacto en equidad es reconocido, buena parte de ellas están sometidas al mercado actuando como empresas lucrativas, sin inmigrantes entre sus asociados, sin entrar a los suburbios, con una burocracia que las distancia de sus asociados, y hasta bailando al son ‘budget cutting’.

Este cooperativismo, sin embargo, tiene el kernel para re-inventarse y, junto con un gran sector de la población que es solidaria y no-discriminadora, responder a los retos del mundo migrante. Para ello, recordemos su origen y re-interpretemos sus principios. Las cooperativas surgieron para mitigar los efectos de la industrialización y la usura; y las cooperativas de mujeres para luchar por la justicia social, el derecho al voto y la paz. La situación actual es más dura: discriminación, concentración de la riqueza, guerras, y pequeña empresa –incluyendo la de los inmigrantes– en fase de ‘extinción.’ Urge superar esta adversidad de sociedades sometidas al mercado, lo que no puede ser resuelto solo por individuos, el estado o por el mercado; hay que cultivar, a través del cooperativismo, una conciencia colectiva de una realidad contingente.

Re-interpretar los principios de Rochdale (adhesión voluntaria, gestión democrática, participación económica, autonomía, educación, cooperación entre cooperativas, compromiso con la comunidad) desde cada realidad y según las lecciones aprendidas: organizarse por necesidad ante la adversidad (p.ej. cooperativa de ahorro y crédito ante la usura fortaleciendo relaciones de auto-ayuda, o cooperativa de mujeres ante la exclusión del sufragio en el s. XIX y XX); conexión entre factores exógenos (p.ej., principios Rochdale que de hecho surgieron en Europa) y endógenos (institucionalidad europea como la ‘ayuda mutua’ en Trentino-Italia; iniciativas recientes en Bélgica de bajar consumo compartiendo bienes –deeleconomie– e intercambiando servicios no monetarios –ruileconomie); acciones colectivas en productos diferenciados (p.ej. en uva-vino), ahorrando costos (además de aprovechar el subsidio de la Unión Europea para cooperativas en Europa) y desarrollando marcas; y cultivar democracia interna –seguir reglas y diseñar contrapesos internos.

Para organizar cooperativas, un lugar estratégico es la escuela y el colegio. Serían cooperativas sociales con miembros inmigrantes y no inmigrantes en escuelas mixtas, para tutoría de estudiantes de diferentes culturas, que realmente aprendan los dos nuevos idiomas que las escuelas enseñan, organizar entre los padres actividades para re-conocerse generando ‘choques interculturales sinérgicos’ (superar el mito de que el ‘niño inmigrante no aprende’ y hacer más bien que ese niño ayude a abrir la mente de los profesores, estudiantes, madres y padres a aprender de la diversidad intercultural), entendiendo que “la educación cambia a las personas y las personas al mundo” (P. Freire), generar ingresos (además de aportaciones de cada asociado) para cubrir sus costos operativos, y así complementar la formación de liderazgos del movimiento boy-scouts como corredores transculturales de aprendizaje. Un segundo lugar estratégico son los suburbios (banlieue) de familias inmigrantes, formar cooperativas para contrarrestar el avance de los mercados (grandes empresas) que absorbe sus negocios y su cultura, proceso en el que el mismo empresariado puede ayudarles con mercados y asesoría, además de revisar sus políticas de selección de trabajadores sin discriminación. Un tercer lugar son las cooperativas ya existentes re-asumiendo sus principios cooperativos e incluyendo en sus asociados a hijos e hijas de inmigrantes.

Nuestro desafío es reinventar el cooperativismo en países del norte y del sur como espacio de aprendizaje transnacional capaz de mover al estado y a los mercados a favor de las mayorías. Recordando la analogía del ‘efecto mariposa’, un aleteo en la amazonia brasileña repercute en el clima mundial, el cooperativismo puede ser un bien público con externalidades positivas. El estado puede pagar servicios (p.ej., tutoría a estudiantes) que las cooperativas lleven a efecto. Las cooperativas actuales pueden auto-revisarse y acompañar a las nuevas cooperativas que emerjan en cualquier área. Las Universidades, además de reformar sus políticas para incluir a más estudiantes inmigrantes, pueden estudiar y enseñar cooperativismo; en el s. XIX las cooperativas surgieron de ideas asociacionistas de Owen, Blanc, King, Fourier, Buchez y Alice Acland, la re-invención del cooperativismo requiere un esfuerzo similar desde las Universidades de hoy. Reinventar el cooperativismo y el asociativismo es “un paso” que para la humanidad podría significar viajar “mil millas.”


Las opiniones y conslusiones expresadas en el siguiente artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición del CETRI.