No puedes guiar el viento, pero puedes cambiar la dirección de tus velas. Proverbio Chino
Deja que el viento sople y te lleve a donde quiere llevarte. Expresión Bíblica.
“Nuestro problema, dice A. Argueta, de la Red COMAL (Honduras), es que los hijos no quieren saber de la agricultura ; muchas veces en una familia de 7 personas solo trabajan dos, Papá y Mamá.” R. Villegas, también de la Red COMAL, cuenta : “de pequeños los hijos nos ayudan en el trabajo, ya grandes regresando de sus estudios hacen números sobre nuestros cultivos y dicen que sembrar maíz y frijol no da, que mejor vendamos la tierra.” Lo que Argueta y Villegas nos dicen lo escuchamos en cada país de América Latina.
Si esta situación se recrudece afectaría a la alimentación mundial. Porque ésta depende en buena medida de la agricultura familiar, la cual, según CEPAL, FAO e IICA (2014, Perspectivas de la Agricultura y del Desarrollo Rural en las Américas), representa más del 75% del total de las unidades de producción en casi cada país de América Latina. La organización de esa economía campesina, según A. Chayanov (1925, La Organización de la Unidad Económica Campesina), está basada en el trabajo familiar para satisfacer sus necesidades. De ser así, el que ahora los jóvenes se des-enamoren crecientemente del trabajo agrícola, significaría que la economía campesina envejezca y la despoblación rural aumente.
Estamos ante un problema mundial que en este artículo lo tratamos desde lo rural. Desglosamos las dinámicas que llevan a esa situación, discernimos la especificidad de esa agricultura familiar y damos algunas ideas para que los jovenes vuelvan a enamorarse del campo. Para estos puntos y más, retomando el proverbio chino y la expresión bíblica citada, argumentamos que es importante cambiar la dirección de nuestras “velas” (perspectivas) en la medida que entendamos el rumbo del “viento”.
Condiciones del des-enamoramiento
Hay condiciones estructurales que llevan a ese des-enamoramiento. La primera refiere a la actual generación de padres a hijos. En Europa se habla de los jóvenes ‘ni-ni’ : ni estudian ni trabajan. Bauman (2014, ¿La Riqueza de Unos Pocos nos Beneficia a Todos ?), estudiando la desigualdad, observa que las generaciones después de la segunda guerra mundial, apoyado por políticas de redistribución, miraban hacia adelante para mejorar ; mientras que hoy en día ‘los ni-ni’ son la primera generación que no gestiona los logros de sus padres como el inicio de su carrera, que más bien se preguntan cómo hicieron sus padres para mejorar, y que de esta manera esos jóvenes no están viendo hacia adelante, sino hacia atrás. Hasta hace unos años en la América Latina rural, los padres recibían herencia de los suyos y se adentraban a la montaña para ampliar su área para, más tarde, heredar a sus hijos, y éstos a los suyos. La herencia era el punto de partida para cada nueva generación. Pero ahora la frontera agrícola llegó a su límite y casi no queda montaña a donde adentrarse. Entonces, por un lado, los padres no logran ampliar sus áreas para heredar ni tuvieron tiempo para inculcar su cultura agrícola a sus hijos porque éstos pasaron su infancia, adolescencia y parte de su juventud estudiando ; y por otro lado, ese grupo creciente de jóvenes no encuentran trabajos en sus carreras ni les gusta la agricultura de sus padres, y en caso les guste es común escuchar sus lamentos : “Papá dice que mientras él viva yo no puedo cultivar diferente en sus tierras”, “no quieren heredarme porque dicen que ‘chancho suelta la manteca hasta que muere’”.
La segunda condición refiere a la perspectiva del conocimiento adquirido por los jóvenes. Hay un boom de jovenes estudiando : para 2015, según informe de la UNESCO, 98% de los jóvenes de América Latina estudian. Volviendo donde sus padres, muchos hacen cálculos económicos y concluyen que lo que sus padres cultivan no es rentable (ver Cuadro para el maíz ; cálculos sobre el frijol son más generosos, $400/mz costos y $1200/mz ingresos). Ese saber adquirido, sin embargo, subyace una perspectiva contraria a la economía campesina : toman el rubro como mercancía aislada del sistema de producción donde crece y al margen de la racionalidad de la familia que la produce. Esos supuestos van en sintonía con la perspectiva de la gran empresa : monocultivo, apuesta por volumen en base a tecnología intensiva y mecanizada, y maximización de ganancias financieras.
La tercera condición refiere a la brecha creciente entre padres e hijos/as. Los hijos/as se debaten entre el amor hacia sus padres y su creencia de que “no estudié para volver al monte” –por “monte” suponen “atraso”. Los padres sienten impotencia al no poder explicar su ‘rentabilidad agropecuaria’ mostrando sus sistemas de producción y su vida social y económica, recuerdan extrañados cuando animaron a sus hijos a estudiar diciéndoles que “una pala pesa mas que un lápiz” y se frustran al no poder encaminar a sus hijos hacia su futuro, peor aun desconociendo la tecnología digital en la que los jóvenes nadan. Estos hechos amplían el abismo que les separa, los padres envejecen y los jóvenes arriesgan caer en aquella vieja expresión de “mente desocupada, taller del diablo” en una Centroamérica que le cuesta librarse de la violencia.
La cuarta condición refiere a las organizaciones rurales. Es común encontrarnos con asociaciones, tiendas campesinas, cajas y cooperativas cuyos miembros promedian 50 años de edad. Si la esperanza de vida en los países de Centroamérica ronda los 73 años, la paradoja es que las organizaciones envejecen mientras se cierran a los jóvenes. Una Madre que regresó a dedicarse a su familia, despues de 8 años en una organización, testimonia : “si hubiese seguido de líder, perdía a mi hijo, porque él ya estaba en mal camino.” Lo lógico es que la vida familiar de los organizados mejore, pero aquella Madre dice que no. Otros buscan culpables : “los gobiernos acosan a las organizaciones con impuestos y con medidas represivas, las empresas los vuelven en sus acopiadores o intermediarios, y los organismos los mantienen ocupaditos con proyectos”. Puede ser. Pero el abismo entre las organizaciones y los jóvenes se ahonda.
Especificidad de la producción campesina
¿Por qué se empeñan con el maíz y el frijol ? ¿Qué es lo que no les entendemos ? Cargados de paciencia milenial, las familias campesinas nos deshojan la tuza. “Sembramos maíz, frijol, chicoria… porque lo aprendimos de nuestros padres para alimentar a nuestras familias, no para amontonar reales.” Viéndome titubeante, vuelven a la carga : “sembrando maíz comemos tamalitos, montucas, atol, elotes, chilotes, riguas, wirila, ¿acaso podríamos comer todo eso si dejamos de sembrar maíz ?”, “las proteínas de un maíz recien arrancado no se compara con ese maíz anémico importado”, “con el frijol comemos bichuela (frijol en vainas), sopa de frijol, frijol en bala…” Captamos que el maíz es más que la tortilla y el frijol más que frijol molido. “Cuando ya tenemos maíz y frijol nos sentimos aliviados, entonces buscamos plátanos, huevos… Vamos bocado a bocado.” Y luego : “el frijol que no vamos a consumir lo vendemos, igual que otros productos, para comprar otras necesidades y pagar los estudios de nuestros hijos”. ¿Y la rentabilidad ?
Con la mirada fria y la piel curtida, nos explican. “Si no siembro maíz, tendría que comprar tortilla ; somos 6 en la casa y necesito 30 tortillas para cada comida, eso es L15 ; si siembro comemos 20 tortillas porque es gruesesita las tortillas que hacemos”. Hora de hacer números : 1) de 1 libra salen 20 tortillas, 3 libras por día, 90 libras por mes, o sea 10.8qq por año, el restante 13.2qq son para la semilla, gallinas y cerdos, del cual vienen entre 6 y 10 huevos cada día y 2 cerdos cada 6 meses ; 2) de no sembrar maíz, una familia de 6 personas necesita L16,425 ($714) para comprar tortillas en el año, otro monto para atol, huevo y carne de cerdo. O sea, en el Cuadro falta el que el maíz está ligado al ganado menor, el contar los elotes, los chilotes, la wirila… Si las familias campesinas se sometieran a los “cálculos de rentabilidad” de las grandes empresas, tendrían que endeudarse, vender sus tierras y jornalear para comprar maíz en tiempos de escasez al doble del precio o comprar 90 tortillas/día en $1.9. “Dicen que no da, pero da” –se oye el rugido del viento.
La milpa campesina incluye granos básicos, tubérculos, musáceas, árboles, chicoria, aves, cerdos, agua… ¿Es hora de cambiar la dirección de nuestras “velas” ?
Pensando en los jóvenes
Observar, escuchar y dialogar puede darse en la familia, en particular si las organizaciones ayudan. La cooperativa Colega de Colombia nos muestra el camino. Sus asociados son ganaderos lecheros y la cooperativa acopia y comercializa leche. “Estamos en segundo lugar en productividad mundial, detrás de Nueva Zelanda”, sentencian. Esta cooperativa organiza dos grupos con los hijos de sus asociados ; los Coleguitas con los menores de 14 años y los pre-Colegas con entre 14 y 18 años. A cada Coleguita le dan 1 ternera para que la cuide, la cooperativa le da leche al niño/a como provisión para la ternera, y la familia del niño/a le provee los insumos para la crianza de la ternera ; en la escuela incluyen cursos sobre cooperación y la cooperativa invita a los Coleguitas a sus eventos ; así, desde temprana edad van cultivando al “ganadero-asociado futuro”. A los pre-Colegas, quienes lograron cuidar y multiplicar sus terneras, les dan becas para sus estudios y beneficios de asociados porque ya participan en los procesos de producción al igual que sus padres.
En la Caja Rural Fe y Esperanza del Palmichal, de la Red COMAL, los jovenes se sumaron animados por sus familias. “Mi padrastro insistió en que asistiera a las reuniones, yo creía que esto era de viejitos que no cambian, después me di cuenta que aquí se aprende a mejorar”. “Mi abuelo es de fiar, me dijo que entrara a la Caja porque un día me serviría, le hice caso, y es verdad, ya me va sirviendo”. En pocos años esa organización va creciendo en crédito y ahorro, con administración eficiente y sus órganos (junta directiva, junta de vigilancia y asamblea) discutiendo sus números y oportunidades cada segundo sábado de cada mes. Otra organización, la 15 de Julio (comunidad Corozo, Yoro), también de la Red COMAL, reconoció la capacidad de una joven (D. López) que había concluido su Diplomado y la nombró presidenta, y esa organización se puso al día con sus gestiones internas y externas y concluyó su planta de procesamiento de panela granulada.
Estas tres experiencias expresan tres maneras de incluir a los jóvenes. También nos dicen que, a diferencia de las grandes empresas donde se aprende a hacer un trabajo, en las pequeñas organizaciones los jóvenes aprenden a perseguir sueños con profunda pasión. De aquí, si una organización pudiese dedicar 1% de sus ganancias para darle una ternera, un lechón o una aportación de 5 dólares a cada hijo e hija de cada asociado, y si esa organización acompañase a esa iniciativa, estaría sembrando su propio futuro y la de la humanidad. Si eso es acompañado por las Universidades enseñando la perspectiva de los grandes empresarios y también la de ese 75% de productores de la agricultura familiar, estaríamos virando la dirección de nuestras “velas”, y los jovenes volverían a enamorarse del campo. De este modo, las organizaciones podrían continuamente re-inventarse a sí misma bajo la siguiente expresión, que D. Zuniga de la Red COMAL vio en un asilo de ancianos en Copan : “serás tan joven como tu fe y tan viejo como tus dudas”.