Las recientes elecciones en Costa Rica, El Salvador y Honduras permiten alimentar esperanzas de una mayor justicia social y una democracia más participativa, pero todavía no significan un giro a la izquierda en América Central. Son ante todo el resultado de una ostensible pérdida de prestigio de los partidos de derecha que tradicionalmente han gobernado.
El fortalecimiento de agrupaciones progresistas como el PAC, el Frente Amplio, Libre o el FMLN reflejan el hecho de que el electorado es ahora más joven, crítico, informado y urbano y sella el fin del sistema bipartidista de Costa Rica, donde pierden los “establecidos en el centro”, y de Honduras, donde los dos partidos de derecha se enfrentan por primera vez a un partido opositor progresista.
Menos gratas son las perspectivas de los actores progresistas en los otros países centroamericanos : si bien en Panamá se evitó que continuara la era Martinelli, las riendas las ha tomado un gobierno conservador-liberal. Tampoco en Guatemala ni en Nicaragua puede observarse un cambio en la atmósfera política.