De San Solano al Palacio de López
El 20 de abril del 2008, Fernando Lugo Méndez triunfó cómodamente en las
elecciones presidenciales, derrotó así al Partido Colorado que perdió el control del gobierno luego de 61 años. Pero sobre todo ganó en una guerra sucia derrotando
a poderosas mafias, a propuestas neofascistas y a la misma iglesia que
desaconsejaba su candidatura. Se trataba de un outsider, completamente ajeno a
los partidos políticos, obispo de la diócesis con mayor densidad organizativa de
los campesinos.
Lugo había nacido en San Solano, San Pedro del Paraná, uno de los distritos
más pobres del departamento de Itapúa, la misma localidad de la que fueron
oriundos Regino Vigo y Epifanio Méndez Fleitas. El primero, precursor de los movimientos
sociales prepolíticos fue el más célebre bandolero social de las décadas
del cuarenta y cincuenta del siglo pasado, hombre de pelo en pecho que con sus
poderes extra cotidianos enfrentó a los poderosos con la alianza de los campesinos
pobres que lo apoyaban como vengador de agrarios colectivos; en una estructura
social muy polarizada donde los partidos de clientela que operaban para proteger
los intereses de los ricos no ofrecían canales de participación para los campesinos.
Ellos podían vivir en un mundo marcado por injusticias pero no podían vivir en un
mundo sin esperanzas, y Regino, más poderoso que los poderosos, podía poner
las cosas en su lugar.
Epifanio Méndez a su vez fue el adversario más tenaz que tuvo el dictador
Stroessner, y que fue exiliado luego de su “discurso de hierro” que pronunciara
hacia 1953 como presidente del Banco Central en el propio local de la Asociación
Rural del Paraguay, denunciando las injustas asimetrías sociales y anunciando medidas
para controlar el precio de la carne. Fueron momentos de tensión del Partido
Colorado, ya identificado con el Estado en una formación social prebendaria. Los
esfuerzos de Méndez Fleitas por hacer del partido colorado un espacio de representación
de intereses populares había fracasado.
La decisión de Fernando Lugo Méndez de dejar el obispado enfrentando
incertidumbres para liderar una alianza opositora fue una opción de fe, una fe
encarnada en un pueblo, y sobre todo en el pueblo pobre (Schiano y Weigandt,
2008). El obispo de los pobres que había acompañado las primeras marchas
campesinas a la capital, sensible al dolor de los campesinos, renunció a su
condición de obispo para liderar una propuesta emancipadora, a sabiendas de
que sería básicamente el sembrador en un proceso que revirtiera injusticias
seculares y que daría parte de sus frutos más allá del período presidencial. Sin
embargo en plena campaña electoral la Alianza propuso revertir la situación
de una sociedad castigada por injusticias sociales y por la colonización de su
Estado que había entregado sus recursos básicos; la propuesta electoral incluía
recuperar la soberanía energética, realizar una reforma agraria y combatir frontalmente
la corrupción.
Triunfo presidencial sin base parlamentaria propia
La propuesta de la Alianza ganó con una participación del 65,5% pero en la composición
del poder Legislativo solo entraron cinco parlamentarios de agrupaciones
de izquierda. Los mismos que han marcado la propuesta electoral y han establecido
la dinámica de la campaña presidencial, debido a su fragmentación y a pesar de haber logrado el 11% de los votos obtuvieron una representación ínfima1. Las
agrupaciones de izquierda lograron el 20 de abril del 2008, 208.631 votos, que
representan el 11% del total, la misma proporción que a comienzos de la década
pasada había obtenido la izquierda.
Los votos obtenidos por las agrupaciones de izquierda que representaban el 27%
de los votos obtenidos por Lugo sólo lograron cinco parlamentarios, la misma cantidad
que habían conquistado en el 2003 sin candidato presidencial. En esas condiciones
Lugo insistió en su posición de centro –poncho juru– apelando a la metáfora
del cuello del poncho, lo que no implica negar las diferencias de clase, ni conciliar
intereses que no siempre son conciliables.
La fragmentación de la izquierda que se presentó a través de diez listas y otras
tantas propuestas electorales impidió que con una propuesta unitaria, con la misma
cantidad de votos duplicara su representación parlamentaria, lo cual tampoco
hubiera alterado sustancialmente la correlación de fuerzas con los sectores conservadores
y ultra conservadores2. En la debilidad de la presencia de la izquierda
pesaron las condiciones socio históricas adversas; a la ausencia de la clase obrera
y de partidos enraizados en el sistema tampoco se contó con experiencia en coaliciones
políticas.
De hecho la contribución más importante de los movimientos campesinos organizados
no fue cuantitativa, pero sí fue importante el hecho que alterara el cuasi
monopolio de los partidos tradicionales (Morínigo, 2008).
Con los resultados obtenidos, el 60% del electorado continúa siendo de los partidos
tradicionales de tendencias conservadoras, y cerca de la quinta parte de los
votos, con importante contribución de sectores populares correspondió a una propuesta
ultra conservadora, liderada por el general Oviedo que prometía mano dura
ante el crecimiento de la violencia.
Los liberales, con el 27% de los votos, obtuvieron una holgada mayoría de
parlamentarios dentro de la Alianza, y dada la orientación conservadora de los
liberales se plantea la paradoja de una Alianza triunfante con una mayoría refractaria
a puntos centrales de la propuesta electoral triunfante (Cuadro Nº 1) y muy
pronto antepusieron la defensa del derecho a la propiedad privada a la defensa
del derecho al acceso a la tierra que había propuesto la Alianza. El vicepresidente
electo, de esa extracción política, muy pronto declaró que su principal función era
pedir cargos públicos al presidente.
Los movimientos y organizaciones de sectores populares se caracterizan
por la diversidad de su composición (campesinos sin tierra, sin techos urbanos,
trabajadores informales sindicalizados, campesinos, etc.) y de sus intereses
materiales inmediatos. Una coincidencia en sus objetivos llevó a estas organizaciones
y movimientos al apoyo de la candidatura de Lugo, pero diferencias
que los separan impidieron que votaran por un solo partido que los representara
en el parlamento. Entre los partidos de izquierda y los socialdemócratas
que participaron en las elecciones no hallaron un partido que se identificara
con sus intereses (Rivarola, 2008) en contraste con los agroexportadores y
ganaderos que tenían para elegir potenciales aliados a liberales, oviedistas y
patriaqueridistas. La representación de intereses sociales en el parlamento ofrece así exceso de espacio
para sojeros y ganaderos en contraste con los sectores populares que quedan
sin representación significativa.