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Mundo árabe

Contestación frente a represión en el mundo árabe

El fracaso de las políticas de desarrollo mimético, el agotamiento de los motores ideológicos de los estados post coloniales y las crisis abiertas por el descontento ante la liberalización económica alimentan el descontento popular en el mundo árabe. Los disturbios, los nuevos sindicatos autónomos, los movimientos islamistas, las ONG, las organizaciones de base y las minorías nacionales se topan con el autocratismo autoritario de los regímenes existentes, tanto monarquías como repúblicas.

Si el intento de elaborar un Estado de las resistencias en el mundo árabe aparece a primera vista como una tarea imposible, es debido en primer lugar a los arraigados tópicos que estructuran la imaginación occidental en este ámbito. Un imaginario a menudo alimentado por la ignorancia y la indiferencia, el desprecio o la sospecha, que la proximidad geográfica tiende a exacerbar más que mitigar. A diferencia de América Latina, a la que Marc Saint Upéry (2007) califica con acierto de “lugar de un exotismo extrañamente familiar y espacio privilegiado de proyección”, en particular para la izquierda europea, las orillas meridional y oriental del Mediterráneo remiten más a “un vecindario misteriosamente distante” y “una fuente constante de perplejidad.” Dos tópicos dominantes que ocultan de un modo singular nuestra percepción de la dinámica contestataria que se desarrolla en esta región.

En primer lugar, el tópico del “vacío de protagonistas” civiles y sociales que caracterizaría a las sociedades no democráticas. El autoritarismo, el militarismo o las disensiones de los países del Magreb y el Próximo Oriente tendrían como corolario automático la confiscación redhibitoria de todo espacio autónomo de movilización ciudadana y protesta social. En este esquema simplificado, no existe alternativa real entre la sumisión y la rebelión. De ahí una doble representación, cosificante y homogeneizante, de la calle árabe, presentada a veces como apática, inerte, “muerta”; a veces como “irracional”, agresiva, peligrosa (Bayat, 2003). A la idea de unas sociedades estáticas, detenidas, responde el espantapájaros de amenazadoras erupciones y movimientos repulsivos (“ugly movements”).

Lo que nos lleva al segundo tópico, igualmente generalizado en esta orilla del Mediterráneo, a saber, el agotamiento de lo esencial de las formas de protesta en el mundo árabe en la figura cosificada de los “locos de Dios”, figura que fija y sobredimensiona la retórica religiosa. Las contradicciones supuestamente intrínsecas entre los movimientos islámicos y la dinámica de modernización social y política bastan para aislar el objeto en su gueto y estigmatizarlo. La supuesta “excepción árabe-musulmana” toma plena vigencia, alimentada por el mito esencialista de una “especificidad cultural irreductible de estas sociedades” y por una vocalización culturalista en un fundamentalismo islamistas inmutable (Bennani-Chraibi y Fillieule, 2003).

Sin embargo, la realidad de las resistencias al orden establecido y a las desigualdades en el mundo árabe aparece, en un segundo nivel de lectura, a la vez más densa, más dinámica y más compleja. Y, al mismo tiempo, inscrita en un contexto evolutivo. El fracaso de las políticas de desarrollo mimético, el agotamiento de los motores ideológicos de los estados post coloniales y las crisis abiertas por la liberalización económica, la globalización y la geopolítica del petróleo han alimentado el descontento popular y han despejado el camino al (re)surgimiento o la autonomización de las organizaciones sociales, identitarias, nacionalistas y democráticas.

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P.S.

Traducido en Español para Rebelión por S. Seguí.

Este texto está publicado en “État des resistances dans le Sud : Monde arabe” (CETRI, 2009-2010).


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