“Esa película ya la ví”, dice el borrachito al ver la animación del león que ruge al inicio de muchas películas. A principios de la década de 1990, decenas de mujeres de Marcala (Honduras) empezaron a capacitarse para defender sus derechos y cultivar una conciencia de igualdad, de “casarse para convivir y no para ser propiedad de nadie”, “salir de casa a participar en talleres de aprendizaje” y de “vencer el conformismo.” A los años comprendieron que esa conciencia y esa lucha en contra de la violencia requería de generar ingresos propios, “al ganar unos centavos una puede decidir qué comprar para la casa ; entonces visionaron una organización que les ayude a tener tierras, a producirlas y a comercializar sus productos. En coherencia, en 1988 fundaron la Coordinadora de Mujeres Campesinas de La Paz (COMUCAP) y aprendieron que “la organización es para superarse y no para envidiarse” y que “es bonito trabajar hombre y mujer, se tiene para comer y una descanza.”
Como COMUCAP crecieron en número de socias y económicamente : adquirieron inversiones para procesar café, sábila y jugos ; exportaban café y comercializaban jabones, champús y jugos ; compraron tierras y las cultivaron ; y les llegaba un sinnúmero de proyectos.Sin embargo, en 2012 se enteraron de que su organización de 283 socias estaba al borde del precipicio.¿Qué la había empujado a ese “borde” ? ¿Cómo alejarse de ese “borde” ? En este artículo buscamos responder estas preguntas, precísamente para “no tropezar dos veces en la misma piedra.” Detrás de la animación del león que ruge hay una película no vista aún. Veámosla.